martes, 29 de septiembre de 2009

Agotado Cabezón:



A veces hay que dormir. A veces hay que hibernar. Parar. Un mes. Un año. Siete. Tal vez tenés que parar. El otro día me informaba en el libro de un Iluminado que todo el aprendizaje de la vida es aprender a parar. A renunciar.
En la cabaña que me alquilaste, allá en tu tierra, me la pasé durmiendo. Dormía muchísimo. Y un día me di cuenta que necesitaba dormir después de una década batallando en este país que no es mío, por más que yo quiera.
Otra vez estoy escribiéndote rumbo a Madrid. La semana pasada ahí fue terrible, tuve taquicardia y ahogos toda la semana. Anda todo el mundo muy loco, Cabezón, acelerado e insatisfecho, imaginate la mezcla.
Vine a Madrid la semana pasada a socorrer a mi amiga Claudia (you know), y de paso a buscar trabajo. El  jueves, según salía de la Estación Sur de Madrid ya de vuelta a casa con las manos vacías, iba pensando: Bueno, la vida explica sus porqués con años de retraso, ya sabremos para qué hube de venir esta semana a Madrid a ver cómo Claudia se hundía y también mis posibilidades de trabajo. Pero en eso, sonó mi teléfono, no te exagero, el bus había arrancado rumbo a Galicia hacía cinco minutos. Y eran ELLOS, ya sabés, ELLOS, esos que le dan a uno trabajo, por ejemplo. Me llamaban para decirme que sí querían contar conmigo en el culebrón que están poniendo en marcha. Mi trabajo sería dialogar un capítulo por semana, desde casa. Yo le dije al que me llamó: Sí a todo. Te lo juro, eso le dije.
Por todo esto voy ahora de nuevo rumbo a Madrid. No hace falta que esté ahí pero tenemos que vernos las caras, mañana lunes o el martes. ELLOS quieren verme la cara. En octubre empiezo a trabajar, y en noviembre, a cobrar, espero. No llegaré a los cinco mil euros mensuales, suma por encima de la cual, como te dije, no te volvería a hablar. O visto de otro modo: si algún día te dejo de escribir y hablar, es porque estoy ganando más de cinco mil euros al mes.
He descubierto que cada vez que hablo de dinero, o cada vez que me muevo por dinero, me da cistitis. No, miento, no es cistitis, es congestión pélvica, que es como un dolor de testículos en los hombres. Testículos es una palabra deliciosa. Bueno, creo que mi lado hombre luchador y ambicioso sale cuando tengo que ir a ganar dinero. Cuando tengo que pegarle unos cuantos mordiscos salvajes a quienes están a mi alrededor para que se aparten de mi camino. Algo así.
“Por ésta y muchas cosas más”, como decía la canción, de Madrid me iré al pueblo del maestro Reiki a hacerme el segundo nivel de Reiki. Así como lo oís. (Word insiste en poner Reiki con mayúscula.) Imagino lo loco que suena esto a todos mis seres del pasado. Y a algunos del presente, aunque no todos, pues en mi presente ahora hay gente “así”, como Siegrum, que me explicó ayer qué querían decir los mayas con eso de que el mundo se acaba en el 2012. Hicieron unas mediciones astronómicas (al parecer) y descubrieron que en 2012 la Tierra va a llegar al extremo de unas vibraciones terribles, que son las que tienen a la gente loca, esquizoide, al borde del infarto, del suicidio, del asesinato, de cualquier enfermedad. Al parecer, sólo van a sobrevivir los elevados de espíritu.
No es pensando en un próximo Apocalipsis (Word insiste en poner la palabra Apocalipsis con mayúscula), no es pensando en el fin del mundo que me hago el Segundo de Reiki. Lo hago por este presente infame. Lo hago porque… porque… no sé muy bien. Pero porque hay algo más. Porque en el momento en que uno deja de darle importancia al dinero, cae en el más absoluto vacío. Espero no terminar como Richard Gere, en ningún aspecto.



El Mechudo con priapismo.

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