miércoles, 2 de septiembre de 2009

Nevada

Aquí no cae nieve. En el centro de América lo más que se cae es un avión, un cargamento, un presidente. Tragedias o negocios. Hay cosas que se caen solas antes de que las boten y otras que hay que botar cuando amenazan con quedarse. Están las que se votan para guardar las apariencias, como los cambios constitucionales para permitir la reelección presidencial. Con esa vaselina se peinan muchos de nuestros políticos y por eso se la considera democrática, porque les rinde. Todo tiende a la caída, a la alopecia ideológica. También cae la lluvia nueve meses al año, aunque no tiene nada que envidiarle a la caída vertiginosa de la economía. Se caen los índices, las bolsas, los bolsillos. A mi hijo se le caen los dientes y yo prefiero que dios no le de pan, porque lo quiero furioso y con colmillos. Algún día sabrá que aquí nadie se levanta, que el horizonte es un despeñadero. Aquí, con los terremotos, todo se cae de abajo para arriba. Aquí, en el exuberante basurero, la nieve hay que importarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario