RESEÑA
BIBLIOGRÁFICA
Yo,
el Apóstol del miedo
Kevin Casas, 222
páginas.
Prólogo de
Fernando Sánchez.
Edita: Fundación
Arias Para la Paz y el Progreso Humano
Se
acerca el aniversario del histórico referéndum del TLC, un domingo 7 de
octubre, y aparece en las librerías y pulperías de nuestro país una joya
literaria. El autor no necesita
presentación: es Kevin Casas, aquel cuyo correo electrónico privado al entonces
presidente de la República se hizo público; un correo donde le sugería hacer un
uso estratégico y malvado del miedo, para persuadir a sus compatriotas de votar
sí al TLC.
El
afortunado lector que se sumerja en las páginas de “Yo, el Apóstol del miedo”
no sabrá al principio si Kevin Casas está arrepentido de su comportamiento de
marras o si, por el contrario, sigue defendiendo su derecho a usar su
privilegiada inteligencia con los fines que sean. El lector no lo sabrá al
principio ni tampoco al final, porque Casas parece haber escrito este libro
para pedir que lo perdonen por algo de lo que él no se arrepiente. Todo un acto
de amor.
Kevin
Casas es un “experto en miedo”, dice sin ironía Fernando Sánchez en el prólogo
del libro. ¿Fernando qué? Fernando Sánchez, ese primo no tan lejano de Óscar
Arias que firmara el memorándum junto con Casas y que a veces nos regala con
sus ideas en la Página 15 de La Nación. Kevin Casas
sería un experto en miedo en un país de cobardes. “En Costa Rica la inseguridad
no es una percepción, es una institución”, nos dice en las páginas centrales
del libro. Una institución de la cual él podría ser el Director Honorífico. “El
miedo es lo que al final ha metido a Costa Rica en el mundo”, afirma hacia el
final del libro, “el miedo a ser pobre, el miedo a ser polo, el miedo a no ser
blanco, son las palancas que hay que usar para que Costa Rica se levante”,
concluye.
Un
gran libro este, una flor en el ojal que se pone la Fundación Arias cuando nos
aprestamos a celebrar el tercer aniversario del Referéndum del Miedo, aquel
apoteósico domingo 7 en que los costarricenses le dijeron al mundo: “Nosotros
también queremos nuestra tajada de pastel” y con el dedo aún manchado de tinta
tras haber votado, abrimos las manos para recibir el derrame de riquezas que
nos ha traído el TLC.